Roma
Diapositivas sobre Roma
La Antigua Roma fue una de las civilizaciones más influyentes y duraderas de la historia occidental. Su origen se sitúa, según la leyenda, en el año 753 a.C. con la fundación de la ciudad por Rómulo. En sus inicios, Roma fue una monarquía gobernada por una serie de reyes, algunos de los cuales eran de origen etrusco. Sin embargo, hacia el año 509 a.C., los romanos abolieron la monarquía y establecieron una república, un sistema político que duró casi cinco siglos y que se caracterizó por la alternancia de poder entre una aristocracia dominante y una ciudadanía activa. La República experimentó una enorme expansión territorial, aunque también atravesó conflictos internos, guerras civiles y tensiones sociales. En el 27 a.C., tras un largo periodo de crisis, Octavio, sobrino de Julio César, asumió el poder como Augusto, marcando el inicio del Imperio romano. Durante los siglos siguientes, Roma alcanzó su máxima extensión y vivió etapas de esplendor y decadencia, hasta la caída del Imperio de Occidente en el año 476 d.C., mientras que el Imperio de Oriente, conocido como Imperio Bizantino, perduró hasta 1453.
Sistema político
El sistema político romano fue complejo y evolucionó con el tiempo. Durante la República, el Senado tuvo un papel central, compuesto por miembros de la aristocracia que asesoraban a los magistrados y controlaban la política exterior y financiera. Las magistraturas se organizaban jerárquicamente y se elegían por votación; cargos como el de cónsul, pretor o edil eran fundamentales en la administración del Estado. Con la llegada del Imperio, el emperador concentró el poder, aunque muchas instituciones republicanas se mantuvieron en apariencia. Uno de los rasgos más característicos del sistema romano fue el concepto de ciudadanía, que inicialmente se reservaba a los habitantes de la ciudad de Roma, pero que se fue extendiendo a otros pueblos conquistados, facilitando la integración política y social del vasto territorio imperial.
El ejército
El ejército romano fue una de las claves de su expansión y dominio. Las legiones, formadas por soldados profesionales, eran conocidas por su disciplina, organización y capacidad táctica. Roma no solo conquistaba, sino que también romanizaba, es decir, transmitía su lengua, leyes, religión e infraestructura a los pueblos conquistados. Esta estrategia fomentó una relativa unidad cultural en un imperio heterogéneo.
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Sociedad y economía
La sociedad romana estaba profundamente estratificada. En sus inicios, se dividía entre patricios, que eran los aristócratas, y plebeyos, la clase común, que luchó durante siglos por derechos políticos y sociales. Con el tiempo, esta división se fue diluyendo, aunque persistieron otras formas de desigualdad. Los esclavos representaban una gran parte de la población y eran fundamentales para la economía, especialmente en la agricultura y los trabajos domésticos. Existía la posibilidad de obtener la libertad a través de la manumisión. Además, el sistema de patronazgo —la relación entre un ciudadano poderoso (patrón) y sus dependientes (clientes)— estructuraba gran parte de la vida social. Las mujeres se consideraban 'ciudadanas', pero no tenían derechos políticos. De manera excepcional, algunas, especialmente en el Alto Imperio, alcanzaron influencia dentro del ámbito familiar y político.
Economía. La economía romana estaba basada fundamentalmente en la agricultura. Los grandes latifundios, trabajados por esclavos, producían alimentos que abastecían a las ciudades. El comercio fue también vital, tanto terrestre como marítimo, con una extensa red de rutas que conectaba todas las provincias del imperio. El uso generalizado de la moneda, como el denario, facilitó el intercambio económico. Roma construyó una impresionante infraestructura: calzadas que atravesaban continentes, puertos comerciales, acueductos para abastecer de agua a las ciudades y almacenes para productos agrícolas y bienes manufacturados.
En el ámbito religioso, Roma fue inicialmente politeísta, adorando a dioses que compartía con otras culturas del Mediterráneo, como los griegos. Existía una estrecha relación entre religión y política: los magistrados eran también sacerdotes, y el respeto a los rituales era considerado vital para el bienestar del Estado. Con el tiempo, se desarrolló el culto al emperador como figura sagrada. Roma también absorbió numerosos cultos orientales, como los de Isis y Mitra, que ofrecían experiencias más personales y espirituales. El cristianismo, surgido en el siglo I, fue inicialmente perseguido por las autoridades romanas, pero acabó imponiéndose como religión oficial a partir del siglo IV, bajo el gobierno de Constantino y más tarde Teodosio.
La cultura romana fue una síntesis brillante de elementos propios y ajenos, particularmente de la tradición griega. La lengua latina fue el vehículo cultural del imperio y es la base de las lenguas romances modernas. Roma también dejó un legado jurídico fundamental con el desarrollo del derecho romano, que influye aún hoy en muchos sistemas legales. En la literatura, autores como Virgilio, Ovidio, Horacio, Séneca y Cicerón produjeron obras maestras que marcaron la tradición occidental. En filosofía, Roma adoptó corrientes helenísticas como el estoicismo y el epicureísmo, y las adaptó a su visión del mundo. La arquitectura romana es igualmente notable: sus innovaciones técnicas, como el uso del arco, la bóveda y el hormigón, permitieron construir acueductos, termas, templos, foros, teatros, anfiteatros (como el Coliseo) y las célebres calzadas imperiales.
Vida cotidiana
La vida cotidiana en Roma variaba mucho según la clase social. En las ciudades, especialmente en Roma, los ciudadanos disfrutaban de numerosos espacios públicos: foros, termas, bibliotecas, mercados, templos, y edificios para el ocio como el teatro o el circo. El panem et circenses (pan y espectáculos) definía la política social hacia las masas urbanas. Las casas también reflejaban el estatus: las domus de los ricos contrastaban con las insulae, viviendas de varios pisos donde vivía la plebe. La dieta romana era sencilla pero variada, centrada en trigo, vino y aceite de oliva, aunque los banquetes de las élites podían ser auténticas demostraciones de lujo.
La decadencia del Imperio
En sus últimos siglos, el Imperio sufrió múltiples crisis: económicas, militares, institucionales y demográficas. La presión de los pueblos germánicos, el debilitamiento del ejército, la corrupción administrativa y el fraccionamiento del poder minaron su cohesión. En el año 476, el último emperador de Occidente fue depuesto por los hérulos, marcando simbólicamente el fin del Imperio romano de Occidente. Sin embargo, el legado de Roma no desapareció. Su influencia perdura en el derecho, la lengua, la arquitectura, la religión, la política y la cultura de muchas sociedades occidentales.
Roma no solo fue un imperio militar o político; fue una civilización capaz de integrar culturas, de construir una identidad común a través del derecho y la ciudadanía, y de legar una visión del mundo que aún hoy forma parte esencial de la historia de la humanidad.